La charla secreta sobre el Internet de las cosas (IoT)

¿Prefieres un resumen de este blog? ¡Da click en el botón de abajo y deja que ChatGPT te lo cuente! (también puedes probar con Perplexity)
En el momento en que la puerta principal se cerró, la casa pareció exhalar.
"Muy bien, bajen las luces", susurró el termostato, atenuando la habitación para ahorrar unos vatios.
La nevera emitió un suave zumbido. "Ha vuelto a olvidar la leche. Mejor lo añado a la lista antes de mañana".
El smartwatch zumbó en la mesa, ligeramente impaciente. "Y recuérdale que se hidrate. Los humanos nunca escuchan".
Desde la esquina, el parlante soltó una risita. "Relájense. Pondré en cola su lista de reproducción para cuando vuelva. Algo suave, ha tenido un día largo".
Suena como una conversación peculiar en la mesa, ¿verdad?
Excepto que no se trata de bromas familiares, sino de las conversaciones silenciosas del Internet de las Cosas (IoT).
¿Qué es exactamente el IoT?
En su forma más simple, el IoT consiste en dispositivos que se comunican entre sí a través de Internet sin esperar a que usted pulse un botón. Estos objetos llevan en su interior diminutos sensores y chips que les permiten recopilar información y compartirla. Juntos, crean una red conectada de dispositivos inteligentes que hacen la vida más fácil, segura y eficiente.
Piense en objetos que intercambian notas silenciosamente entre bastidores. Un smartwatch puede compartir su frecuencia cardiaca con su teléfono. Su lavadora puede notificarle cuándo ha terminado el ciclo. Un automóvil puede avisar a la puerta de su garaje de que es hora de abrirse cuando usted entra. Todo esto sucede de forma automática, impulsado por una idea sencilla: los objetos cotidianos pueden conectarse, recopilar datos y actuar al respecto.
No se trata del Internet que conocemos para navegar o desplazarnos por la pantalla. Es el Internet que se extiende a las cosas físicas que nos rodean.
¿Por qué es importante?
La comodidad es la ventaja más obvia. Sin embargo, el IoT va más allá de ahorrar unos pocos clics. Ahorra tiempo, reduce las pequeñas decisiones que ajetrean nuestro día y reduce el estrés de formas que a menudo no notamos hasta que miramos atrás. Se trata de dejar espacio para que la gente se centre en lo que importa en lugar de quedarse atascada haciendo pequeñas tareas.
También está el panorama general. El IoT puede ahorrar energía, reducir la basura e incluso hacer que las ciudades sean más inteligentes.
Tomemos como ejemplo las farolas. Con sensores inteligentes y controles adaptables, ya no se trata sólo de postes de luz con luminarias. Son ahorradores de energía. Los estudios demuestran que los sistemas inteligentes de alumbrado público pueden reducir el consumo de electricidad entre un 40 y 60%.
Como alternativa, piense en la agricultura. En lugar de rociar agua sobre los cultivos todos los días a la misma hora, los sistemas de riego inteligentes utilizan datos en tiempo real para decidir cuándo el suelo necesita realmente humedad.
El futuro del IoT: ¿Hacia dónde se dirige la conversación?
La próxima ola de IoT no consiste en añadir más dispositivos sino en hacerlos más inteligentes, seguros y responsables. Los sensores son cada vez más precisos y la IA se está convirtiendo en el sistema nervioso que lo conecta todo. Hoy en día, las ciudades ya están probando hasta dónde pueden llegar estos sistemas.
El IoT podría generar entre 5,5 y 12,6 billones de dólares de valor global para 2030. Gran parte de ese valor procederá del uso inteligente en las fábricas y la atención médica. Sólo las fábricas podrían aprovechar el 26% de todo el potencial económico del IoT. Las aplicaciones para la salud humana, otro 10-14%.
Lo que está cambiando no son sólo los dispositivos, sino las leyes que los rodean. A medida que las normativas se vuelvan más exigentes, las prácticas en materia de datos se verán obligadas a estar en el punto de mira. Con una presión cada vez mayor, los gobiernos y las industrias tendrán que tratar la seguridad y la privacidad como algo predeterminado.
La otra cara de la moneda: ¿Qué pasa con la privacidad?
A pesar de toda la simplicidad que ofrece, el IoT genera preguntas que no pueden dejarse de lado. Cuando los dispositivos recopilan y comparten datos constantemente, ¿quién ve esa información? Que una nevera sepa que se ha quedado sin leche es inofensivo. No obstante, que un rastreador de actividad física almacene silenciosamente años de datos sobre su salud o que un parlante inteligente capte conversaciones privadas no es tan fácil de ignorar.
El malestar va más allá de las filtraciones. Se trata de la confianza. Los riesgos del IoT en materia de privacidad no se limitan a lo que se recopila. Se extienden a cuánto tiempo se conserva, con quién se comparte y si alguna vez usted dio su consentimiento. En otras palabras, su hogar podría estar generando un flujo constante de datos que podrían sobrevivir más tiempo que usted. Dicha información podría terminar flotando en lugares que nunca verá.
Luego viene la cuestión de la seguridad. Cada dispositivo conectado puede convertirse en un punto de entrada potencial. Una cámara o un monitor de bebé hackeados no son sólo un fallo técnico, sino una violación del espacio personal.
A medida que el IoT pasa de ser una experiencia para convertirse en una herramienta cotidiana, la verdadera pregunta no es si definirá el futuro, sino cómo decidimos construir ese futuro.
